El pintor ha clausurado su exposición. Ha vuelto al trabajo de su obra en su espacioso taller. Es un taller con una gran chimenea, el techo muy alto, y unas enormes ventanas que dan al patio interior de la casa. Desde abajo parece más el ala de alguna fábrica antigua y familiar. Allí vive, también, Artigau, en un altillo al que se sube por una escalera de madera. Todo está ocupado por los cuadros a medio pintar, por los viejos sillones, por los mil objetos curiosos: unas pipas, unas hermosas estatuillas policromas traídas de Portugal, cerámicas populares, revistas y periódicos. La vida íntima del pintor está inundada por la atmósfera…