Omnipotente Hezbollah - Tomás Alcoverro
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Omnipotente Hezbollah

El jeque Nasrallah, secretario general de Hizbulah, invisible desde hace años por ser el enemigo número uno de Israel y EE.UU., está aquejado de alguna enfermedad, quizá de esta peste coronaria. Sus enfebrecidos partidarios en los suburbios chiíes de Beirut, han pedido a Dios “que tome años de sus vidas” para entregárselas al syed, como reverentemente le llaman a menudo, por ser considerado descendiente de Mahoma.

Es el único dirigente libanés capaz de congregar, en un abrir y cerrar de ojos, a centenares de miles de personas. Ha sabido actuar con habilidad, haciendo olvidar sus primeras declaraciones de proclamar una república islámica en Líbano. 

Cuando en 1970 llegué a Beirut, los chiíes casi eran invisibles en la ciudad, habitada ante todo por suníes y cristianos. En medio siglo ha tenido lugar un extraordinario fenómeno demográfico con la llegada de centenares de miles de habitantes de zonas rurales del sur, desdeñadas por el poder central, y ahuyentadas, a veces, por las represalias israelíes contra sus localidades por estar en una zona fronteriza desde la que los comandos palestinos hostigaban a menudo a Israel.

La organización chií, la más influyente de Líbano, mantiene la resistencia armada contra Israel

El triunfo de la revolución jomeinista de 1979 en Irán le infundió fuerza en la comunidad chií libanesa. No hay que olvidar al imán Musa Sadr con su inicial Movimiento de los Desheredados en este despertar de una población sometida a familias feudales chiíes.

Desde 1992, Hizbulah participa en las elecciones, se interesa en integrarse en las estructuras del Estado, pactando incluso con un grupo de cristianos maronitas capitaneados por el general Michel Aoun, actual presidente de la república, y tiene su voz cantante en la laboriosa formación de gobiernos, como ahora cuando todavía no se ha conseguido designar uno pese a la horrenda crisis económica, la peor de toda la historia contemporánea del Líbano.

Hizbulah mantiene su objetivo de resistencia armada contra Israel, de ayudar con sus aguerridos combatientes al gobierno de la vecina Siria, y trata de manipular la Constitución libanesa. Sus enemigos le echan en cara que es un instrumento de Irán para dominar e incluso ocupar el Líbano tras los años de la poderosa influencia del gobierno de Damasco. En este país, hambriento de dólares, herido de muerte por el hundimiento de la libra libanesa, Hizbulah permite un floreciente mercado negro de divisas en los suburbios chiíes de Beirut, y con anhelados dólares, contantes y sonantes, sigue retribuyendo a sus combatientes, funcionarios, empleados de su poderosa organización casi estatal. En el laberinto de las identidades libanesas, a veces asesinas, Hizbulah se ha convertido en pujante fuerza del incierto futuro de esta república de mercaderes que se va desvaneciendo.

Artículo publicado en La Vanguardia el 18 de julio de 2021.