El orientalismo del profesor Roncaglia - Tomás Alcoverro
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El orientalismo del profesor Roncaglia

Hubo un tiempo, alrededor del siglo XIX, que se puso de moda el orientalismo. La campaña militar de Napoleón en Egipto impulsó el interés por los países de Oriente Medio y también del Magreb. Los estudios orientales, especialmente sobre el Corán y la lengua árabe, atrajeron a muchos intelectuales. El prestigioso Edward Said, en su polémico libro El orientalismo, reducía esta vasta corriente literaria e investigadora a una tentativa de las potencias occidentales de dominar unas sociedades descritas a menudo como exóticas y oscurantistas. 

La memoria de un sabio italiano en Oriente Medio simboliza el viejo interés de Occidente por la cultura árabe

¡Libros, papeles y días que pasan! Al ordenar los centenares de libros que forman mi biblioteca de Beirut he recopilado textos escritos a mano de mi amigo Martiniano Pellegrino Roncaglia, fallecido en Beirut hace años. Se trata de las lecciones que él denominaba conversaciones, con su habitual encabezamiento dirigido al maître Alcoverro, según la costumbre francesa. Roncaglia, nacido en el Alto Adigio, era franciscano en Belén cuando fue proclamado el estado de Israel en 1948. En aquellas mañanas que se prolongaban hasta el almuerzo trataba temas como las capas lingüísticas del Corán, el florecer del cristianismo en Oriente o los incipientes movimientos vanguardistas de Líbano con la revista Chi, en la que surgió el gran poeta sirio Adonis. 

Roncaglia fue profesor de no sé cuántas universidades árabes y occidentales. Además del francés y el italiano, hablaba perfectamente el alemán y el inglés. También dominaba el latín, el griego, el hebreo y el árabe. 

Dedicó una docena de volúmenes a la historia de la Iglesia copta de Egipto. Vivió en El Cairo, donde contrajo matrimonio con una dama de la alta burguesía italiana, hasta que Naser nacionalizó sus bienes. Se trasladó entonces a Beirut, donde fue bibliotecario del Orient Institute. Al morir su esposa volvió a casarse con una libanesa que había sido monja en Rima. Siempre estuvo percatado de que no había perdido el carácter indeleble del sacerdocio.

Reivindicó que fue en el Caná de Líbano y no en el de Galilea donde Jesús convirtió el agua en vino

Una vez me contó que el nuncio del Papa en Egipto no hizo saber que había contraído matrimonio en El Cairo. 

Su capacidad de trabajo era inagotable. De adolescente metía los pies en cubos de agua fría para no dormirse y estudiar toda la noche. 

Autor de muchos estudios orientalistas, dedicó también su atención a los viajes de Jesús por el sur del actual Líbano. Reivindicaba que el pueblo de Caná, cerca de Tiro, bombardeado dos veces por Israel en las guerras contra Hizbulá, y no el Caná de Galilea, fue el lugar del milagro de la conversión del agua en vino.

Roncaglia era un hombre de fe, pero criticado por la Iglesia católica. No entendía la institución del cardenalato ni la pompa litúrgica que atribuía a la influencia bizantina. Nunca aceptó el pensamiento único sobre el desnortado Oriente. En un opúsculo sobre las asesinas identidades nacionalistas escribió que “el árabe es simplemente el que habla árabe”.