Martín de Riquer, académico - Tomás Alcoverro
Escritores en la orilla

Martín de Riquer, académico

Martín de Riquer, después de estudiar ampliamente los libros de Ramón Llull, dedica una buena parte del primer volumen de su “Historia de la Literatura Catalana” a las grandes crónicas del Rey Jaime I, Bernat Desclot, Ramón Muntaner y Pedro el Ceremonioso. Había por entonces en Cataluña una gran afición por los temas épicos escritos en francés y en provenzal. En las crónicas encontramos muchas prosificaciones de estas canciones de gesta. “Al refundir y prosificar las canciones de gesta, viejas y nuevas –escribe–, se da a estas grandes crónicas un tono y un estilo épico que serán una de sus más bellas características. Gracias a esto la Historia dejará de ser una narración versificada para convertirse en una narración en prosa, dejando de transmitirse por medio de juglares, para convertirse en libro.” En estas crónicas se mezclan notas de crueldad y de dureza con otras de un delicado intimismo, como, por ejemplo, en la crónica de Jaime I, el episodio de la noche de insomnio o el de las golondrinas que hacen su nido en la tienda real, en Burriana. Son las crónicas de los Reyes de la Casa de Aragón, de las conquistas de los almogávares, de las guerras contra los franceses…

Reciben la influencia de las novelas de caballería y participan del carácter de espejo que tenía para los hombres de aquel tiempo la Historia. “No olvidemos –dice Riquer– que si la Historia es para nosotros un clarísimo cristal a través del que intentamos ver el pasado, para los hombres medievales era un espejo en donde se reflejaban los hombres pretéritos en su categoría de ejemplos para el presente: era el “Speculum” histórico que es el que Muntaner quiere ofrecer a las generaciones futuras.”

Lo “bell catalanesc” de Ramón Muntaner, la prosa de las crónicas, se encuentra entre la prosa luliana y la prosa renacentista. En el reinado de Pedro el Ceremonioso se estructura el catalán como lengua de alta cultura y se forma un léxico amplio y preciso. Juan I, hijo de Pedro el Ceremonioso, que tuvo a su servicio a Bernat Metge, crea el Consistorio de la Gaya Ciencia en Barcelona, para premiar las mejores poesías. En Francia se ha formado la Escuela de Tolosa, que, durante mucho tiempo, se vinculará a la antigua lírica provenzal.

Pero pronto penetrarán la influencia italiana –Petrarca, en Jordi de Sant Jordi, en Meldon de Guarbes; Dante, en las traducciones de Andreu Febrer– y los libros de caballería de “materia de Bretaña” con los legendarios personajes del rey Artus, Tristán, Lancelot. La prosa religiosa será cultivada por Francesc Eixemenis y Vicente Ferrer. El catalán, gracias a la Cancillería Real en el siglo XIV, tendrá una uniformidad lingüística. De esta labor surgirá, como dice Martín de Riquer, “una nueva mentalidad y un nuevo estilo que será un verdadero renacimiento tanto en la literatura com en las ideas”.

Bernat Metge, con “Lo Somni”, representa este nuevo período de la prosa catalana: prosa humanística, con latinismos léxicos, con “una elegante cadencia de la frase”. “Lo Somni” es un diálogo que nos recuerda los antiguos diálogos escritos por Platón y Cicerón. “Es una especie de “Secretum” de Petrarca, escrito en lengua viva con toda la claridad y el sentido afectivo que esto implica”. 

La Historia de Riquer, amablemente ilustrada, nos acerca al conocimiento de la Literatura catalana, a la que tantos eruditos, como Rubio, se han dedicado escrupulosamente. Pero Riquer, en estos tomos aparecidos –el último llega hasta Joanot Martorell y su “Tirant Lo Blanch”, y al gran poeta Ausias March, con unos versos escritos ya con un catalán puro, casi sin provenzalismos, muy alejados de la retórica trovadoresca–, ha hecho, además, un esfuerzo notable para escribir una “Historia de la Literatura Catalana” que llegará a un público mucho más amplio.

Artículo publicado en ABC en febrero de 1965.