Luces y sombras en la obra de Roig y Llop - Tomás Alcoverro
Escritores en la orilla

Luces y sombras en la obra de Roig y Llop

Las mejores narraciones de Tomás Roig y Llop fueron escritas entre los años mil novecientos veinticinco y mil novecientos treinta y nueve. Entre estas fechas aparecieron “Facècies”, “Ronda d’Històries”, “Ventalls de contes” y, sobre todo, “Marta, la fatídica” y “La noia de bronze”. El escritor, que ya se ha hecho con un catalán rico y matizado, escribe en un estilo tenso y vigoroso, realista. En su prosa está presente la de Víctor Català de “Solitud” sobre las vidas humildes de las gentes de las ciudades y de los pueblos. En sus libros es frecuente el amor por los temas rurales, con sus caminos, los ríos, el hostal, las campanas, y una intriga sentimental que une el destino de una joven hermosa y pobre con el capricho de un marquesito que va a pasar una larga convalecencia en cualquier pequeño pueblo, próximo, quizá, al Montseny. Con este argumento inventa variaciones como “La noia de bronze” o “L’ascensió de Lena”, que recuerdan a veces el sensualismo de otra narración escrita por Salvador Espriu, “Laia”. Lena, como Laia, es una muchacha alegre, expansiva, alma de aquel paisaje que Roig y Llop describe con tanto cuidado.

Toda su obra en prosa está animada por una fuerte corriente interior de lirismo. Esto hace que cuando el escritor se decanta hacia temas más duros y violentos, en los que descubre, por ejemplo, la injusticia, la pobreza o la agitación social, la melancolía, la ternura suavizan el tono bronco, a veces casi de aguafuerte, de estas escenas recreadas.

En sus libros hemos encontrado, muchas veces, repetidas dos palabras significativas: “ombres” y “clarors”, sombras y luces. Hay incluso alguna pequeña narración que titula así. Estas palabras nos acercan al mundo literario de Tomás Roig y Llop.

El escritor interpreta siempre la realidad bajo este suave e inteligente matiz de claroscuro. Porque el claroscuro más que un recurso estilístico que haga resaltar los aspectos de un paisaje o de un carácter, es un medio de equilibrar lo “realista” —entendiendo aquí por “realista” lo dramático y violento— con lo “poético”, es decir, lo tierno y espiritual que surge en el alma humana.

Su prosa es una prosa contenida en el vigor de la frase, en la descipción del ambiente. A veces parece que las páginas —las mejores, por otra parte, a nuestro juicio, de “Marta, la fatídica”, por ejemplo— se quieren desembarazar de esta armonía que el autor les impone y se exaltan en el gozo sensual del mar, de los cuerpos jóvenes, del viento, de la pasión. “Pero si per contra la tirava cap a mar la més aclaparadora desolació encongia el seu cos i restava caragolat al sol, llargues estones, entre sanglots”.

En un estupendo cuento, “Janet i els altres dos”, se relata la crueldad de unos mendigos que sumergen por la cabeza, sujetándolo por los pies, a un pobre hombre que va por los caminos en busca de su hija. La descripción consigue un realismo magistral. Es posiblemente uno de los pasajes más conseguidos de toda su obra.

Entre luces y sombras, la sensibilidad afinada del escritor se aplica sobre las cosas. Esta sutileza precisa le sirve mucho para componer sus pequeños poemas en prosa: “La tarda respira fort i el seu bleix abriva, cada cop més, el fogueral del Ponent”. Roig y Llop ama, con ternura, los cipreses, las delicadas puestas de sol, el alba, los rebaños de ovejas que andan por un camino, las campanas. ¡Siempre estas campanas, estos viejos campaneros repican en sus libros!

¡Qué lejos están estas prosas, mesuradas, inteligentes, del caudal narrativo de sus historias realistas! Pero en ambas vertientes su estilo, difícil y preciso, encuentra su unidad sintética.

Están también sus agudas “siluetas epigramáticas”, en las que el lirismo se entrevera con la más trabajada finura psicológica. Así escribre de Josep Maria de Segarra: “Grassó i amb la rural fatxanderia d’un hereu Escampa. La seva calba té tots els reflexes d’una bola de billar. Els seus ulls, petits, de ratolí, lluen amb espantadissa ingenuïtat”.

En estas creaciones literarias revela Tomás Roig y Llop toda esta extraordinaria habilidad del artista de la palabra que consigue, con belleza, una síntesis armoniosa con los elementos más dispares.

En una de sus últimas obras, “La represalia”, se agrupan algunas narraciones de ambiente más actual escritas en estos años. Pero a pesar de las playas, de los coches utilitarios de estas familias de pequeña burgusía barcelonesa, los títulos y el estilo siguen siendo los mismos: “Juego de sombras”, “Palomas”, “Campanas de Gerona”, “La niebla y otras evocaciones”. ¿Os sorprenderíais si dijera que la mejor pieza del libro se titula “Claroscuro”?

El buen gusto, el matiz y el esfuerzo de aprehender, entre dos luces, el rasgo de un carácter o la tonalidad de un paisaje, definen el estilo de Roig y Llop, maragalliano y realista a un tiempo.

Artículo publicado en ABC el 19 de septiembre de 1969