Cada estío, cuando los habitantes de los pueblos de Occidente se entregan a las vacaciones –el verano es la fiesta por antonomasia del cuerpo–, en los países de Oriente y de Asia menor estallan conflictos bélicos, se consuman golpes de Estado y se exacerban los conflictos políticos. Muchos de los acontecimientos más importantes de las últimas décadas de su historia han tenido lugar en estos lentos y cálidos veranos. La guerra de los Seis Días entre Israel y los países árabes, cuyas consecuencias están aún latentes en los territorios palestinos, se libró en el mes de junio de 1967.
La invasión del ejército judío, cuando el jefe de su gobierno era Menahem Begin, sorprendió a los libaneses en otro mes de junio de 1982. Aquella gran operación militar llegó a Beirut, que fue ocupada y consiguió expulsar a los fedayines de Yasser Arafat, que habían establecido sus bases guerrilleras en aquella pequeña república levantina.
Fue otro día de agosto de 1990 que las tropas iraquíes invadieron Kuwait provocando posteriores calamidades e intervenciones armadas extranjeras que han descuartizado uno de los países árabes más florecientes de la región. Los golpes de estado militares que más conmovieron estos pueblos también se perpetraron en esta estación del año, como los de Nasser en Egipto en 1952, que repercutió como un reguero de pólvora en otros países como Irak o Libia. Después de la humillante derrota árabe de 1967 el partido Baas tomó el poder en Siria y en Irak. Entre los atentados y magnicidios más perturbadores hay que recordar el atentado contra el rey Abdalah de Jordania, abuelo del actual monarca, asesinado en junio de 1951 en Jerusalén. En otro verano del 2003 los soldados israelíes trabaron otra guerra con los guerrilleros libaneses del Hizbulah.
El fracaso estrepitoso de Estados Unidos en Irak y en Afganistán ha precipitado a sus poblaciones a cruentas guerras intestinas. Sus intervenciones armadas fueron un tremendo error como lo fue antes su guerra en Vietnam, y han desmantelado sus estrategias, aunque los atentados terroristas de las Torres Gemelas fueran un desafío surgido de la anterior política belicista de la Casa Banca.
En el abrupto Afganistán, histórico cementerio de legendarios ejércitos, la geografía ha impuesto su revancha. Pero ni la geografía ni la historia ni las cuestiones étnicas determinan completamente los acontecimientos… Afganistán es un pulmón estratégico entre la meseta iraní, las estepas de Asia central, y el subcontinente indio, anhelado por Rusia y Paquistán. Es terrorífica la vuelta de los talibanes a Kabul, inquietante su repercusión sobre las fuerzas oscurantistas de las poblaciones orientales.
