La pipa - Tomás Alcoverro
Escritores en la orilla

La pipa, monsieur Georges y Maigret 

La pipa. ¡Qué encanto, qué rara silueta, qué exótica, e íntima emoción, qué hogar encendido en el aire! La pipa rehace el perfil, nos acostumbra a una contemplación morosa y distraída, nos lleva al sueño y a la más exquisita fantasía. A los hombres que fuman en pipa hay que considerarlos de alguna forma, por lo menos hay que considerarlos. El hombre de la pipa parece, incluso, que cambie de algún modo su impuesta imagen, que la recree y la anime con un soplo creador.

La pipa de monsieur Georges es una pipa fina, una pipa sencilla, una pipa que, si no fuera por el gesto del escritor —cuando alarga la mano para tenerla con él, para incorporársela, de vez en cuando a toda su figura, para atarla a su expresión—, sería una pipa que se olvida fácilmente, una pipa que, físicamente, podría pasar, casi, desapercibida.

Monsieur Georges fuma en pipa y vive en Lausanne. ¡Quién pudiera estar ahora allí, sentarse en uno de los cafés del elegante Ouchy y ver el Leman y los montes fronteros de Francia! Monsieur Georges fuma en pipa y es escritor. Es un hombre de apariencia sencilla, casi modesta. Sus ojos, tras los cristales de sus gafas, recuerdan, todavía, los ojos de un niño. Monsieur Georges tiene tres hijos y… un nieto:

– Oui, de mon fils plus ainé.

Monsieur Georges gasta una gabardina blanca y se cubre la cabeza con un pequeño sombrero. Está unos días en Barcelona, donde ha venido acompañado de su hijo Jean —¿Jean?— con el propósito de descansar.

A veces, miro el humo de la pipa. Apenas se distingue, apenas enturbia el pequeño y muy inmediato aire.

Monsieur Georges habla con humildad de su obra, de esta conocidísima obra literaria que ha sido traducida a casi todos los idiomas del mundo. “El género policíaco no está dentro de la literatura”. Sus novelas policíacas recogen algo simple y humano: hombres de la calle que luego viven estupendas aventuras. No se adaptan a unas reglas aristotélicas, como ocurría, por ejemplo, con las novelas del género que se escribían hace unos cuantos años, cuando monsieur Georges comenzó a escribir sus relatos.

— Proust, Stendhal, Balzac…

Habla con enorme, con asombrosa humildad. Y, sin embargo, señor, y por sólo citar una obra, monsieur Georges es el autor de esta estupenda novela Le President, novela maravillosamente, espléndidamente escrita…

Aquí está un auténtico escritor, aunque nos hable del gusto del público, de la moda, de la “fabricación de las novelas policíacas”.

— Las novelas policíacas se fabrican como se fabrican los spaghetti. Pertenecen al “rayon alimentaire”. 

La moda, todo cambia… Sí, sí, monsieur Georges… Continúa hablando suavemente de los clásicos del género: Conan Doyle, Edgar Poe —“el poeta”, dice—…

¿Está cerca de un pequeño lago la casita de monsieur Georges? Recuerdo un pequeño lago junto a un parque, en lo alto de Laussane. No resisto a preguntarlo. “No”, contensta simplemente. “No está junto a un lago”. Y un buen día salió Maigret. “Sin sospecharlo, sin darme cuenta. Nunca había conocido a un comisario “de verdad”.”

Monsieur Georges, monsieur Georges Simenon, es, Señor, un hombre que pasa por la vida contándonos aventuras, y que, además, fuma en pipa.

Artículo publicado en ABC el 12 de abril de 1964.