
Tomàs Alcoverro, periodista, publica ‘Tot està per dir’
Garcia-Planas ha entrevistado al veterano corresponsal
Magí Camps
El reportero Plàcid Garcia-Planas revela el motivo de este libro: “Tomàs es perezoso. Siempre le decía que tenía que escribir sus memorias, pero él decía que solo sabe hacer crónicas y reportajes. Y entonces le dije: pues te interrogaré”. Así nace Tot està per dir (Pòrtic), en que Tomàs Alcoverro (Barcelona, 1940), el decano de los corresponsales, cuenta su trayectoria profesional. Garcia-Planas se planteó la entrevista a partir de la foto que ilustra la portada: un joven Alcoverro en Beirut, en 1976, con un kalashnikov. “Esa foto lo resume todo. No es Tomàs quien agarra el kalashnikov; es el kalashnikov quien agarra a Tomàs. Como la guerra: él no va, la guerra va a él”. Tomàs Alcoverro fue distinguido el jueves con el premio Ofici de Periodista, del Col·legi de Periodistes de Catalunya.
Empieza de corresponsal en Atenas y París, y duda entre irse a Caribe o al Oriente Medio.
Antes que nada quiero decir que el primer artículo que escribí en La Vanguardia es de 1964, hace 57 años. Siempre me ha gustado salir del mundo convencional. Mi verdadera vocación es la escritura y pensé que en esos sitios podría hacer un periodismo más creativo, menos informativo, menos político. Quería informar desde un mundo más vivo. El Caribe entonces me atraía. En un pequeño mundo estaba Cuba, la dictadura dominicana, Puerto Rico, Haití… Pero Beirut era una ciudad muy abierta, con mucha cultura, fácil para vivir para los occidentales.
¿Cuándo se instala definitiva mente allí?
En 1970. La situación de los corresponsales era muy buena en esta casa. En el diario se hizo una apuesta muy importante por los corresponsales y yo estoy muy agradecido.
Los compara con los consejeros de embajada.
No había freelances, no había la precariedad que hay ahora. Había pocos medios en España y estábamos bien tratados. Entonces vino el glamur exagerado que le dieron los americanos a los corresponsales de guerra, pero es evidente que un corresponsal era una figura social. Eso se ha acabado, ahora no hay dinero. Se acabó en los años noventa.
(Garcia-Planas añade que internet ha matado la figura del corresponsal, porque ha roto el tiempo y el espacio: “La tecnología avanza con más rapidez que la biología”.)
“Pensé que en esos sitios, el Caribe o Beirut, podría hacer un periodismo más creativo, menos político”
¿Dónde vive ahora?
Ahora en Barcelona, estoy muy bien, pero he pasado una buena parte de la peste en Beirut, no tan aislado como aquí.
¿Y dónde quiere morir?
Plàcid también me lo ha preguntado muchas veces y no tengo respuesta. Querría aprovechar lo que me queda de vida y por eso acabo el libro diciendo que todo está por decir. Con la jubilación tengo más tiempo para mi gran pasión de leer. Estoy releyendo la fabulosa traducción de la Odissea de Carles Riba.
¿Las crónicas se repiten?
A veces, sí. En Oriente Medio hay factores muy cambiantes y otros que no se mueven, y no es fácil entenderlo. Yo cuento, no opino, hago lo que decía Josep Pla. Con Oriente Medio es terrible, porque nadie sabe nada y todo el mundo especula y opina. La información es cíclica porque, desgraciadamente, en el fondo nada cambia.
Y ahora es más peligroso.
He visto fotógrafos meterse debajo de un tanque para sacar una foto. Quizá ahora les exigen eso.
Cuando estaba de corresponsal en París, tuvo la ocasión de volver con la avioneta de Tarradellas.
Es lo mejor que hice en París. Redacté las crónicas de la negociación entre Suárez y Tarradellas. A medida que mejoraba la negociación, mejoraba el nivel del hotel donde se encontraban. Tuve una relación muy buena con Tarradellas e iba a menudo a SaintMartin-le-Beau. Pude volver con él de Tours a Madrid en la avioneta.
Y después hacia Barcelona.
Sí, pero tengo una vida de muchas frustraciones profesionales. Todo era magnífico, tenía una gran satisfacción de poder vivir en primera persona aquel viaje. Pero cuando aterrizamos en Barcelona y llegamos al Palau de la Generalitat, no llevaba la acreditación y no pude entrar. Lo vi desde la plaza, como una figura que se convertía en un icono y a mí se me había escapado.
Trató a García Márquez.
Le invité a una paella en Badalona cuando aún no era conocido.
Y toda esta carrera empezó en la Revista de Badalona.
Cuando publicaba un artículo en la revista, la ponía sobre un ejemplar de La Vanguardia para ver si mediante aquella osmosis… Y pasó.