
El pasado miércoles 17 de febrero el Col·legi de Periodistes de Catalunya entregó el premio al periodista nacido en Badalona, que acaba de publicar el libro de memorias Tot està per dir (Pòrtic, 2021) y que incorpora este nuevo reconocimiento al Premi Manuel Vázquez Montalbán (2004) y la Creu de Sant Jordi (2006).
Jordi Pallarès
Un premio con mérito especial
Tomás Alcoverro acudió a la cita con la mirada llena de gratitud, y no es difícil de entender: el Premi Ofici de Periodista es un premio concedido por sus compañeros de profesión. Un reconocimiento a la excelencia y la ética periodística que ha marcado su prolífica trayectoria, y que previamente han recibido Josep Maria Cadena, Rosa Maria Calaf, Maria Eugenia Ibáñez o Josep Maria Espinàs, entre otros. Más tarde justificó su emoción: “Este es un premio hecho y decidido por periodistas”.
De la entrega del premio se ocupó Joan Maria Morros, decano del Col·legi de Periodistes de Catalunya y jefe de informativos de la emisora RAC1, que calificó las crónicas de Alcoverro como “clases magistrales”, exponentes de un periodismo que se acerca mucho al género literario, que se aleja de la mera exposición de datos. De hecho, para Morros, Alcoverro forma parte de un colectivo que es capaz de “convertir en arte” el oficio de explicar las cosas que suceden en el mundo para intentar entenderlo.
El decano del Col·legi también quiso destacar la importancia particular del Premi Ofici de Periodista, puesto que es un reconocimiento que otorgan los compañeros de profesión y eso, de alguna manera, le proporciona “un mérito especial”. En la edición de este año, además, la decisión de la Junta de Govern de la entidad para hacer al corresponsal de La Vanguardia merecedor del galardón fue tomada por unanimidad.
Otro periodista, en este caso del mismo periódico para el que Alcoverro ha escrito alrededor de diez mil crónicas, fue el responsable de poner en valor “la artesanía de la información” que la obra del reportero catalán representa para su gremio. Se trata de Xavier Mas de Xaxàs, que bromeó explicando que el galardonado todavía no ha abandonado su costumbre de escribir a mano, como lo hacía cuando se trasladó a Beirut en la década de los setenta, “con una letra espantosa que solo puede entender él”. En la línea de lo expresado por Morros, Mas de Xaxàs subrayó “la gran vocación literaria” de los textos de Alcoverro, que son capaces de “llegar, a partir de la descripción, a verdades que están más allá de los datos”. Probablemente eso explique que sus crónicas (que, por cierto, Alcoverro va recuperando y publicando en el archivo de su web desde hace un año) “aguanten muy bien el paso del tiempo”.
Antes de tomar la palabra, Alcoverro recibió la felicitación de numerosos compañeros de oficio que, a pesar de la distancia y a raíz del contexto de pandemia que quizá les impidió asistir personalmente al acto, quisieron darle la enhorabuena. Entre ellos, por ejemplo, Ethel Bonet, periodista freelance en Oriente Medio que declaró sentir “gran admiración por el decano”, o Albert Elfa, director de documentales en el programa “Sense ficció” de TV3 y antiguo corresponsal en zonas de conflicto, que recordó con agradecimiento profesional las crónicas “llenas de ternuna y escepticismo” que Alcoverro escribió cuando ambos se conocieron en El Cairo durante las Primaveras Árabes. También lo felicitaron Oriol Andrés Gallart, periodista y documentalista en Oriente Medio para medios como la Cadena Ser y TV3, y Txell Freixas, corresponsal en el Líbano de la televisión pública catalana, que agradeció a Alcoverro “los desayunos dominicales” que comparten cuando el periodista del Grupo Godó se encuentra en Beirut. No faltaron las palabras de otros periodistas de La Vanguardia de su misma generación, y buenos amigos, como Lluís Permanyer y Lluís Foix. Tampoco las de Joaquín Luna, que escribe en las página del mismo periódico. Finalmente, el periodista y redactor jefe de la sección Internacional, Plàcid Garcia-Planas, con quien Alcoverro acaba de publicar su libro de memorias Tot està per dir, cerró la colección de dedicatorias resaltando que Alcoverro, además de describir lo que pasa, es de los pocos que también sabe describir con maestría “lo que queda” después de la guerra.

Reivindicando el cuidado de la palabra
Cuando le llegó el turno, Tomàs Alcoverro quiso reivindicar el buen uso de la palabra, que a su parecer tan olvidado se encuentra en la actualidad. En este sentido, el corresponsal, que a día de hoy sigue viviendo entre Barcelona y el Líbano, mostró su preocupación con vehemencia: “¡Estamos perdiendo la palabra! Y ¿cómo podemos llegar al misterio del otro, de lo desconocido, si no cuidamos la palabra?”. Hablando del mimo que deberíamos dar al lenguaje, Alcoverro quiso recordar al recientemente desaparecido poeta de Sanaüja, y amigo suyo, Joan Margarit, de quien recibió una visita en Beirut hace años. De ese encuentro, explicó, nació el poema Lluna de Beirut, una pieza que quiso leer en voz alta —y conmovida— después de explicar emocionado que Margarit se la dedicó.
Cerrando su intervención, el decano de los corresponsales occidentales en Oriente Medio comentó que, a día de hoy, una de las cosas que más satisfacción le genera es estar en contacto con la gente joven. Periodistas que llegan a Beirut procedentes de distintos países y que trabajan para toda clase de medios u organizaciones humanitarias, y que le mantienen motivado para continuar explicando las realidades, siempre confusas, complejas y contradictorias, que sacuden su querida Beirut y, de hecho, todo el Oriente Medio. Lo más curioso de la situación es que Xavier Mas de Xaxàs, en su intervención algunos minutos antes, ya se había referido a esos jóvenes reporteros para celebrar “que puedan tener de referencia” los textos de un periodista como Tomàs Alcoverro. “Nos queda su ejemplo”, sentenció. Y es que cincuenta años de reporterismo después, lo que hay entre Alcoverro y el reporterismo es, a fin de cuentas, un agradecimiento sincero, honesto y recíproco.
