El día que tembló Beirut - Tomás Alcoverro
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El día que tembló Beirut

La devastación en la zona portuaria de Beirut pocas horas después de las explosiones.

Dos enormes explosiones destruyen el puerto y sumen la ciudad en el caos. Las primeras hipótesis apuntan a un almacén que contenía nitratos.

En esta noche de verano –los ve­ranos son siempre en Oriente Medio tiempo de guerras, de vio­lencias, golpes de Estado y catás­trofes– Beirut vive bajo la dantes­ca explosión que retumbó en to­dos los barrios de esta desahuciada capital que antaño había descrito, una y otra vez, co­mo “la ciudad alegre y confiada del Mediterráneo Oriental”. 

La enorme humareda rojiza que se elevó de un descollante de­pósito de color blanco del puerto se extendió sobre algunos de sus barrios mientras los edificios casi se tambaleaban hasta el extremo de que Viviane Edde, prestigiosa periodista libanesa que habita en la calle Monot, creyó por un mo­mento que se trataba de un terre­moto. “Vi desmoronarse el tejado de una iglesia paredaña, todo se hizo añicos en mi casa, porcela­nas, cristales, se descoyuntaron las puertas, dos de mis vecinas quedaron heridas por la fuerza de la explosión, que las lanzó al sue­lo. El humo no me dejaba respirar. También tuve miedo de que fuese un bombardeo. Sabes que vivimos bajo el miedo de un ata­que de Israel, avivado estos últi­mos días con los incidentes fronterizos”.

Al iluminarse el cielo con la gran llamarada escarlata que emanaba de la explosión de los destartalados muelles de Beirut, estaba a punto de abrir la puerta de mi casa. El radio de la explo­sión me hizo recordar, irreme­diablemente, aquella que, año 2005, provocó el espectacu­lar atentado contra el que había sido primer ministro Rafiq al Ha­riri, cuyo tribunal especial de La Haya está ahora a punto de dictar veredicto sobre quiénes fueron los autores del magnicidio, que en aquellas jornadas se suponían vinculados a Siria y a Hizbulah.

Más de 50 muertos fueron localizados y se contaban al menos 2.700 heridos

Al abrir la puerta, la moqueta del rellano estaba sembrada de añicos de cristales, y a la puerta de mi desordenado despacho le faltaban los goznes. El salón de mi vecina Encarna Ruiz quedó desbaratado. Y en el quinto piso los empleados del banco queda­ron atrapados por una puerta que se atrancó con el impulso de la explosión.

Ha sido tan extensa la destruc­ción en los aledaños del puerto, almacenes, depósitos, viviendas, oficinas, que el mohafez o gober­nador describió Beirut como una ciudad “devastada”. Las agencias locales de información difundie­ron imágenes de personas ensangrentadas y escenas de caos. “Vi una bola de fuego y de humo sobre Beirut –dijo un testigo a la agencia Reuters–. La gente grita­ba y corría, algunos sangraban. Los balcones se caían de los edifi­cios, las calles estaban cubiertas de vidrios de las ventanas”. Un hospital comunicó haber recibi­do 400 heridos. El total anoche era de unos 4.000 y se contaban al menos 70 muertos, pero aún ha­bía cuerpos bajo los escombros. 

“Los balcones se caían de los edificios, las calles estaban cubiertas de vidrios de las ventanas”

Varias personas a bordo de un buque italiano amarrado en el puerto, el Orient Queen, resulta­ron heridas y tuvieron que ser lle­vadas al hospital, según Al Yazira. “El barco está totalmente des­truido, los camarotes, la sala prin­cipal, todo”, dijo a este canal de televisión Vincenzo Orlandini, miembro de la tripulación.

Un helicóptero militar descarga agua sobre el fuego generado tras la explosión en el puerto de Beirut; al fondo, un silo de grano. STR / AFP

El paisaje de los muelles es co­mo una tierra devastada, con sus depósitos, contenedores, quema­dos. Los silos de grano ardieron durante horas. Ya hace décadas que el puerto de Beirut, que fue origen del crecimiento y desarro­llo de esta ciudad en la época del mandato francés, dejó de ser un puerto vibrante fruto de aquellas legendarias escalas de levante. 

Un destacamento de bomberos fue enviado al muelle para apagar un incendio antes de la explosión que resonó en toda la capital, y de hecho la autoridad portuaria de Beirut señaló al canal Sky News que un equipo de bomberos había “desaparecido” tras la explosión. La Agencia Nacional de Noticias informó de que la explosión –al menos la primera, hubo dos ex­plosiones– fue precedida de un incendio en un hangar de silos de trigo del puerto. 

Las explosiones se pudieron oír en la isla de Chipre, a 240 kilómetros de Líbano

En Líbano, el horrible estruendo se pudo oír a casi veinte o veinticinco kilómetros de Beirut. Sin montañas de por medio, la ex­plosión pudo escucharse desde la isla de Chipre, a 240 kilómetros de distancia. 

No se han dilucidado todavía las causas. Uno de los hombres más poderosos de esta república a la deriva, el general Abas Ibra­him, director de la seguridad del maltrecho Estado, dijo que se produjeron dos explosiones en un depósito repleto de materiales explosivos que habían sido alma­cenados desde hace años por sus hombres. En grabaciones de afi­cionados se pueden ver trayecto­rias de lo que parecen cohetes en medio de una gran columna de humo apenas unos instantes an­tes de la pavorosa explosión. “Hablar de fuegos artificiales es ridículo –dijo Abas Ibrahim–. Pa­rece que la explosión tuvo lugar en un almacén de material explo­sivo confiscado”. A este respecto, el ministro del Interior, Moha­med Fahmi, dijo que, según las primeras pesquisas, el almacén en cuestión contenía nitrato que había sido incautado de un barco hace un año. 

Por su parte, el canal de televi­sión Al Mayadin, perteneciente a Hizbulah, citaba al director de la aduana, que afirmaba que varias toneladas de nitrato de amonio habían hecho explosión. Esta úl­tima versión recuerda lo sucedi­do el 17 de abril del 2013 en West (Texas), cuando 240 toneladas de nitrato de amonio de una compa­ñía de fertilizantes hicieron ex­plosión, causando 15 muertos, 160 heridos y daños en 150 edifi­cios, algunos de los cuales queda­ron destruidos. La nube de color anaranjado se debería al despren­dimiento de gas de dióxido de ni­trógeno que normalmente acompaña a una explosión que tenga que ver con nitratos.

Los bomberos fueron enviados al muelle para apagar un incendio antes de la explosión

Si se confirma esta versión ofi­cial (Beirut siempre ha sido terre­no abonado a toda suerte de las más rocambolescas espe­culaciones, especialmente las que se refieren a la larga mano de Israel, que ayer se apresuró a desmentir tener nada que ver), el desmoronamiento de Líbano no tiene fin. Por culpa de la incu­ria de sus dirigentes, del mal esta­do de sus instalaciones portua­rias, la ciudad vivió ayer una jornada de pánico como en otros tiempos de guerra y atentados, nunca olvidados. 

El presidente Michel Aoun convocó para hoy una reunión urgente del Consejo Superior de la Defensa en el palacio de Baab­da, mientras que el primer minis­tro, Hasan Diab, decretaba una jornada de luto oficial. Francia, el Reino Unido e Irán ofrecieron ayuda al Gobierno libanés. 

Por la incuria de sus dirigentes, Beirut vivió ayer como en tiempos de guerra y atentados