
Mario y sus compañeros brigadistas, con sus verdes camisetas, se encaramaron por la fachada de la embajada española en Bagdad hasta la azotea. Su intención: colgar unas pancartas en contra de la guerra y en apoyo al pueblo iraquí. Habían llamado a la puerta y Abu Nura, el único empleado que se ha quedado al cuidado de la sede diplomática, un iraquí, les abrió creyendo que era un grupo de españoles que venía a buscar máscaras antigás. Dos o tres soldados, con sus alzados gorritos negros, vigilaban impertérritos alrededor de la embajada, una villa blanca rodeada de jardín en un sosegado barrio residencial de la capital. Las alumnas del colegio frontero estaban jugando en el patio en ese momento, era la hora del recreo. Nadie se inmutó por su irrupción. Abu Nura, sin ninguna excitación, llamó por teléfono a Ammán para hablar con Salah Jafar, responsable de la sede española después de la salida hace unas semanas del encargado de los negocios, Eduardo Quesada, y sus funcionarios. No había nadie en las oficinas de la planta baja, y la puerta del primer piso donde están los despachos del jefe de la misión, estaban cerradas. En la azotea, entre las banderas de España y la Unión Europea, las pancartas proclamaban: «No a la guerra, no a las bases», «Solidaridad con el pueblo de Iraq».
Manolo García, fornido, atezado, con bigote, portavoz de estos brigadistas recién llegados de Andalucía, sudado de emoción, se cambió la camiseta antes de leer el comunicado en el patio de la embajada. Estaban presentes numerosos corresponsales de prensa, cámaras de televisión y algunos imperturbables vecinos. También estaban presentes discretos agentes de los servicios de inteligencia iraquí, los conocidos Mukhabarat. La delegación andaluza, segunda brigada presente en Bagdad, desde su llegada el pasado lunes ha decidido ocupar pacífica y simbólicamente la embajada española de la capital iraquí ante su completo abandono desde hace semanas por parte de las autoridades españolas. “Con esta iniciativa queremos denunciar la hipocresía y la falsedad del Gobierno español, que mientras habla de su compromiso para evitar la guerra, ordena prematuramente el desalojo de la sede diplomática”, dijo el portavoz de los pacifistas. Para los pacifistas andaluces, esta medida “imposibilita cualquier tipo de contacto mediador del Gobierno iraquí, así como la asistencia a los ciudadanos españoles presentes en este país”.
Tan pronto este grupo de brigadistas, empleados de hostelería, auxiliares de clínica, en definitiva, trabajadores andaluces, se reunieron en el comedor del pequeño hotel Cedar, una vez llegaron a Bagdad, planearon tomar la embajada. Pepi García explica que no fue ninguna iniciativa preparada en España, sino que a medida que tomaban la palabra para establecer su programa, se pusieron de acuerdo con esta iniciativa. Al principio pensaron pernoctar en la sede diplomática, pero finalmente decidieron desechar esta posibilidad.
Los pacifistas desplegaron, junto a la bandera de España, grandes pancartas contra la guerra
Los brigadistas abandonaron la embajada a las 3.30 hora local. Un grupo de funcionarios iraquíes había acudido al lugar. “Nos han dicho que era mejor que dejáramos la embajada porque en la actual situación este tipo de iniciativas pueden ser interpretadas como una provocación”, afirmaban los pacifistas mientras salían de la oficina diplomática. Los funcionarios explicaron a los pacifistas que la ocupación podría ser tomada como “un pretexto” que precipitara algún tipo de decisión contra Iraq. Los funcionarios no querían que se considerase que la idea de invadir la embajada había partido del Ejecutivo iraquí. Nunca en Bagdad había sido ocupada una embajada. La prolongación de su presencia hubiera podido provocar una embarazosa situación tanto entre Bagdad como en Madrid.
El Ministerio de Asuntos Exteriores español nunca se puso en contacto con ellos, y se dirigieron al ministerio iraquí para plantearles el asunto. Es lamentable el desalojo de esta embajada, que no se puede considerar cerrada, y que ha sido desahuciada por el gobierno de Aznar. Eduardo Quesada, el máximo cargo diplomático español en Iraq, ahora ausente, en su fugaz visita a la embajada española hace unos días se encargó de destruir documentos y borrar los discos duros de los ordenadores. Y es que los esfuerzos de diplomáticos como Ignacio Rupérez y Fernado Valderrama, que se volcaron para reavivar las relaciones económicas con Iraq, han sido desperdiciados.
Funcionarios iraquíes solicitaron a los pacifistas que “por el bien de Iraq” dejaran la embajada
